Cuando somos pequeños nos enseñan a hablar, escribir y leer, pero una vez adquirida esa habilidad a un nivel básico, dejamos de formarnos en comunicación. La comunicación es un musculo que usamos cada día, pero al que normalmente dedicamos poco tiempo en desarrollar.

¿Y para qué desarrollar ese músculo? Comunicación es el impacto que generas, y un mal desarrollo de esta habilidad puede que te haga generar desánimo cuando quieres generar motivación, que generes resistencias cuando buscas conseguir compromiso o que obtengamos un “me lo pensaré” cuando lo que queremos es un si de nuestro cliente. A veces nuestro mensaje produce el efecto contrario al deseado y solemos culpar a nuestro interlocutor.

Un buen comunicador domina dos habilidades básicas, tiene una idea cristalina del impacto que quiere lograr antes de iniciar la comunicación y maneja una amplia gama de recursos para hacer llegar el mensaje de forma que deje una profunda “huella” en la mente del interlocutor o la audiencia.